miércoles, 21 de octubre de 2009

Azul y el Gran Grasa

De todos los personajes que pueden llegar a cruzarse conforme uno avanza por los pagos argentinos, el Gran Grasa es uno de los que más simpáticos me resultan.

El Gran Grasa puede tener cualquier edad, pero sus caracteres peculiares se hacen aún más notorios después de los 40 años, si bien han estado presentes en él desde que vio la luz del sol ni bien salido del vientre materno. Ser un Gran Grasa es genético, es un talento, un don varonil que se transmite de generación en generación y que se va perfeccionando a lo largo de la vida. Pasados los 50 años, el Gran Grasa ya será todo un experto en Vida Grasa.

NOTA IMPORTANTE: debe destacarse que el Gran Grasa no tiene absolutamente nada que ver con el Gran Mersa. Éste último, del cual podríamos hablar en otra ocasión, es el que frecuenta boliches de moda como Sunset, que viste pantalones de jean con rayitas hechas con lavandina a los costados de la bragueta, que sale con mujeres mucho mayores que él y que, por supuesto (y diríamos que esto es casi una condición sine qua non) posee un vehículo completamente tuneado y pistero, en el cual se mueve por la ciudad escuchando el hit de moda a decibeles casi inhumanos.

Hecha esta importantísima aclaración, volvamos a nuestro personaje del día: el Gran Grasa.

Pasada la pre-adolescencia, será común ver al Gran Grasa con el pelo (mayoritariamente con rulos) embadurnado de Bilcream o gomina común, bañado íntegramente en colonia para caballeros marca Heno de Pravia o similar, afeitado prolijamente "a la navaja", vistiendo por lo general indumentaria de sastrería, portando un gigantesco reloj pulsera generalmente dorado y adornando su pecho peludo y al descubierto (el Gran Grasa siempre, pero SIEMPRE, usa su camisa prácticamente desabotonada) con cadenas varias de plata u oro, de diferentes grosores, aunque la mayor suele de un tamaño importante. Algunos individuos de esta especie suelen lucir un llamativo bigote elegantemente podado y, en el caso de los Grandes Grasas más vanguardistas, un arito de oro en su oreja izquierda denotando que, aparte de ser un Gran Grasa, es un verdadero Macho Cabrío.

El Gran Grasa no se levanta minitas: El Gran Grasa las seduce. El Gran Grasa suele regalarles rosas rojas sueltas o bombones en cajas con forma de corazón adornadas con grandes moños de papel, que pueden adquirirse en las confiterías más populares y tradicionales del barrio. El Gran Grasa puede residir en cualquier zona de Capital Federal o del Conurbano Bonaerense, pero el barrio es y será por siempre su hábitat por excelencia.

Volviendo a la relación del Gran Grasa con las mujeres (con quienes suele tener varias relaciones amorosas simultáneas), éste suele comenzar su ritual de apareamiento de la siguiente manera:

El Gran Grasa acude a todos y cada uno de los bailes que se llevan a cabo en el barrio, por lo general en los buffets de algún club social de la zona o de una mutual de trabajadores. La llegada del Gran Grasa al evento jamás pasará desapercibida: lo veremos ingresar por la puerta con una gran sonrisa Colgate y una mirada felina que derrite a todas las mujeres presentes, cualquiera sea su edad: desde las más jovencitas hasta las más veteranas caen rendidas ante sus encantos. El Gran Grasa viste siempre un traje impecablemente planchado y almidonado, el cual adorna con una flor o un pañuelo en uno de sus bolsillos superiores, siempre con su colonia extra forte que tanto lo caracteriza y que es, prácticamente, su carta de presentación. Las camisas que viste el Gran Grasa (por supuesto desabotonadas casi en su totalidad, como ya dijimos) suelen ser de colores vivos y brillantes, y muchas veces con estampados como rayas, lunares o flores. En algunos casos, el Gran Grasa puede llevar anteojos de sol de la década del 70, los cuales se retira lentamente al entrar al baile, para mirar fijamente a todas las damicelas presentes.

Ya entrado en el buffet, el Gran Grasa se pasea por la pista de baile con las manos en los bolsillos o bien fumando un Parisienne, marcando terreno entre los demás hombres, y levantando suspiros entre la concurrencia femenina. Luego, el Gran Grasa invita a bailar una pista a todas las damas de la fiesta, extendiendo su mano en un ademán galante, siempre sin descuidar la caballerosidad y la elegancia que lo caracterizan. El Gran Grasa invita a bailar incluso a la señora que atiende el buffet y a la chica que reparte papel higiénico en el baño. En este punto, el Gran Grasa no hace distinción de raza, tamaño, forma o color. Todas, absolutamente todas las damas presentes tendrán su momento de gloria en la pista de baile junto al Gran Grasa, que por supuesto se jactará de por vida de ser un "experto bailarín". El Gran Grasa danzará románticamente con TODAS, ya sean solteras o casadas, gordas o flacuchas, lindas o feas.

Cabe destacar que la música preferida del Gran Grasa son las baladas románticas y los boleros, y es por supuesto un gran admirador de Sandro y de Cacho Castaña. Finalizado el baile con todas las jóvenes y no tan jóvenes, el Gran Grasa comienza su proceso de selección mental, hasta decidir a cuál de todas ellas (que esperan ansiosas este momento) invitará a su departamento (en el cual vive con su madre ya mayor y por lo general con alguna discapacidad física propia de la edad senil) a beber una copa, que suele ser de ginebra o de licor de naranja, o bien un aperitivo de vermuoth con limón.

Pasada esta etapa, debemos decir que el Gran Grasa no se coge ni se garcha a las minas: el Gran Grasa les hace el amor. Se los hace lentamente y con música romántica de fondo, hasta quedar finalmente extasiado –al igual que su compañera- momento en el cual enciende su vigésimo sexto cigarrillo del día, inundando la habitación con hedor a tabaco negro.

Más allá de su fama de seductor, y de su excelente y galante desempeño con las mujeres, el Gran Grasa posee otras características:

* Al comenzar una relación formal con una mujer, y luego de haber ingresado a su casa como el pretendiente oficial, el Gran Grasa comienza a mostrar sus hilachas: por ejemplo, organiza un asado en lo de su novia e invita a todos sus amigos del barrio, quienes contratan un micro escolar para acudir todos juntos a la reunión dominguera. Al llegar el bus, el Gran Grasa sale en cuero y short de baño a la vereda, para saludar a los recién llegados, extendiendo y agitando su brazo bien arriba y con el pinche asador en la mano, sonriendo como es habitual en él.

* Volviendo a la relación formal del Gran Grasa, cabe destacar que una de las primeras citas de nuestro personaje con su chica de turno suele ser una velada romántica en su departamento, un domingo, a comer los ravioles o ñoquis caseros preparados por “la vieja”, para luego mirar “la televisión” o alguna película de Olmedo y Porcel que el Gran Grasa jura y re jura, guiñando el ojo, que “es un estreno”.

* El Gran Grasa es por lo general un desocupado más en esta Argentina que nos toca vivir. Si bien tiene un pasado sindicalista que tanto añora y del cual ya ha contado la historia más de un millón de veces, NO es un vago: es simplemente un hombre que no logra o no puede encontrar su lugar dentro del mercado laboral. No tiene trabajo alguno ni sabe realizar ningún oficio. Sin embargo, conciente de que este rasgo de su personalidad podría afectar una relación amorosa con una mujer, el Gran Grasa siempre tiene una explicación convincente para dar. Cuando su nena le pregunta “a qué te dedicás?”, el Gran Grasa, ni lerdo ni perezoso, infla su tórax al máximo y con total seguridad responde: “estoy con un negocio muy groso a punto de salir…”.

* Hablando de política y de "fulbo", el Gran Grasa, fue, es y será un autodenominado muchachón peronacho pero, ojo!, "de los de la vieja escuela", como siempre aclara. Sabe de memoria la marcha peronista y siempre encuentra oportunidad en los bares para cantarla y recordar aquellos tiempos del General (como todavía le gusta llamarlo). El Gran Grasa ES un Nacionalista: que nadie venga a decirle: "en Iurop o en Estados Unidos se vive mejor"... El Gran Grasa nació y morirá en su barrio de Mataderos, en la casa paterna donde se crió y donde todavía rinde homenaje al cuadro "del viejo", quien lo hizo hincha del club de sus amores: Club Atlético Nueva Chicago. Aún conserva esa camiseta de la temporada del '82 con la que vio campeón a su equipo y, a pesar de que su barriga no le permita exhibirla, no hay partido al que no la lleve, orgulloso.

* El Gran Grasa suele almorzar en cantinas de barrio, donde por lo general entra saludando ¡¡¡a los gritos!!! a todos los mozos, que visten uniformes clásicos con moños y servilletas colgadas del brazo y que por supuesto lo conocen por su apodo o bien por su apellido: “qué tal, señor Cacho?” o “cómo dice que le va, López?”. El Gran Grasa suele ordenar casi siempre lo mismo: milanesa a la napolitana con fritas y una copa de vino de la casa, que pueden ser también dos, o a veces hasta tres, acompañado por supuesto con soda de sifón. Pasados los 55 años, el Gran Grasa continuará solicitando el mismo plato, pero pedirá que por favor no le agreguen sal a las papas ya que el médico le dijo que tiene el colesterol alto.
Cuando cae el sol, el Gran Grasa vuelve a acudir a la misma cantina donde ordenará su merienda: un aperitivo de entrada como bien puede ser el clásico licor argentino "LEGUI", acompañado de papas de copetín o un pocillo de aceitunas rellenas con morrón, y sin perder jamás su simpática costumbre del meñique en alto a 90 grados vertical al vaso.
Cuando el Gran Grasa se encuentra sufriendo alguna desilusión amorosa, en general se pide durante la comida directamente la botella de vino entera o un trago “fuertón” de postre, para ahogar así su mal de amor en las aguas etílicas.
Luego del almuerzo (que también puede ser cena), el Gran Grasa toma delicadamente un palillo de madera o “escarbadientes” y retira con él, y con minucioso cuidado, los restos de sustancia alimenticia que han quedado finamente depositados entre sus dientes perfectos. El Gran Grasa permanece con el palillo en la boca durante varios minutos -el cual asoma de su boca visiblemente hacia afuera y moviéndose de arriba a abajo - mientras observa un punto fijo y, reflexivo, piensa en “lo jodido que está todo”. Más tarde, el Gran Grasa retira el palillo masticado, lo deposita sobre el plato y ordena la “adición” al mozo, para luego emprender el regreso a su hogar materno.

Señores y Señoras: levantemos bien arriba nuestras copas por el Gran Grasa! El Gran Grasa ha estado presente en la sociedad argentina desde tiempos muy remotos y, por fortuna para todos nosotros, lo seguirá estando. No existe en el país barrio alguno que no cuente con su propio Gran Grasa, conocido por todos, que es, fue y será el protagonista absoluto del folklore barrial y arrabalero.
El Gran Grasa será por siempre una marca registrada bien argentina, tan argentina como el Mate, el Fútbol de Potrero y el Dulce de Leche.

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